Coincidiendo con el fin de la Semana Santa se presentó ayer
el nuevo espectáculo "Hoy no me puedo dar la levantá" que consiguió llenar completamente el aforo del Teatro Villamarta.
El argumento de la obra conectó desde el principio con un
público entregado: Mario es un joven jerezano que trabaja como jinete en la
Real Escuela del Arte Ecuestre al que dedica todo su tiempo. Su novia Anuca no
soporta más sus ausencias y lo deja por Martín Gámez, el capataz de La Mayor
Soledad. Un día actuando en una gala se cae de su caballo cartujano y se le
aparece la virgen de esa hermandad pidiéndole que se convierta en costalero de su
paso de palio. Mario, se da cuenta entonces del daño que le ha causado a Anuca,
del vacío de su existencia, de lo explotado que está laboralmente y de las
manipulaciones de las empresas del Ibex35 y se hace hermano de la cofradía.
Pero Martín Gámez está encelado porque sospecha que Anuca aún lo quiere y lo
mantiene de aguador llevando el botijo. Su suerte cambia la noche del desfile cuando el patero
derecho se lesiona al resbalar con la cera de la calle Larga y Mario lo
sustituye llevando el paso con una maestría que nunca se había visto. Anuca
emocionada canta una saeta sobrecogedora en la recogida y vuelve con Mario.
Ana Torrija no cabe de orgullo en su pellejo. "Fue muy
emocionante esa comunión con un público tan maravilloso –nos cuenta la
cantante–, ver cómo coreaban todos los temas de la obra con el móvil en mano
con la aplicación de linterna activada. Fue el complemento perfecto que necesitaba la
banda de cornetas y tambores de la Hermandad de la Santa Estridencia para
entonar canciones como "Anás-Caifás, son dos fariseos", "Paso a
Venus", "Un rosario es un rosario","Es una chirigota este
Gólgota"… Bueno, todas, porque fue una pasada. Y ha sido tanto el éxito que
incluso les han propuesto a los
hermanos Cano que escriban el próximo pregón. Y ellos, superilusionados, ya han
apuntado ideas con algunos de sus maravillosos versos, como "El divino
hijo en su crucifijo" o "La amargura que no tiene cura". Va a
ser genial –termina diciendo sonriente con esa boca con forma de rosco de vino
de Viernes Santo que se le ha quedado después de operarse–."
Y como ya era hora de comer algo, Ana se nos fue al
BarraBar, donde se puede elegir entre dos menús diferentes pero que siempre
terminan robándote. Nosotros nos lavamos las manos.
Sr. Lunes.
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