Hemos tenido que ser nosotros, ¿quién si no?,
los que descubramos este misterio que aterraba a los jerecienses. Era un caso
digno de Iker Jiménez o del mismísimo Raúl Ruiz Berdejo, pues como nuestros
lectores sabrán, durante las últimas semanas se hablaba por todo Jerez del
monstruo de la laguna de Torrox.
Todo comenzó en el mes de Enero, cuando una
pareja de infelices paseaban a su perro por la laguna. Infelices porque
pretendían encontrar un paraje idílico, con zonas verdes y un hermoso lago, y
encontraron un escenario salido de las peores pesadillas de Chernobyl. Pues
bien, mientras daban aquel paseo, el muchacho se acerco lo más que pudo a una
de las orillas de la laguna y creyó divisar como una figura extraña surcaba el
fondo. Inmediatamente llamó a su chica para que corroborara lo que sus ojos
veían. "Era como una sombra, que se movía a gran velocidad y con una
cabeza sobre dimensionada que no dejaba de mirar hacia la superficie. Su mirada
se cruzo con la mía y me asusté y salimos corriendo." Nos relata el
paseador de perros que protagonizó el primer avistamiento.
Tras dar parte a la policía, estos le
realizaron varios test de alcoholemia y sustancias psicotrópicas, que dieron
negativo por suerte para nuestro amigo. Era el momento de entrar en acción, el
cuerpo especial de submarinistas se acercó a la laguna ataviado con equipos
especiales consistentes en flotador de patito, snorkel de plástico y aletas de
color rosa, todo adquirido en Almacenes Bahía. Pero ni con todos esos medios
fueron capaces de dar con el bicharraco que asustaba a la vecindad.
Pasaron los días y los meses y la noticia
llegó a nuestros oídos a través de nuestro confidente, El Peluki, quien
mientras tomaba una caña en La Ventana nos habló de un monstruo submarino que
habitaba en la laguna de Torrox y que en las noches de luna llena asomaba su
gigantesca cabeza para escrutar con su penetrante mirada a aquellos que se
acercaban a su morada. Bueno, tal vez no nos lo contó así exactamente, pero fue
él quién nos dió el aviso y nosotros le creímos.
Esa misma noche, envalentonados por el
alcohol, decidimos hacer trabajo de campo en lugar de trabajo de bar y nos
acercamos a la laguna de Torrox. Alumbrábamos con la linterna del móvil
mientras tratábamos de no caernos en una zanja, y por fin apareció. Una gran
cabeza emergió del agua y se nos quedó mirando con una sonrisa burlona. Una
sonrisa muy conocida por todos nosotros, era Pedro Pacheco. No estabamos locos,
no, el monstruo de la laguna de Torrox era un cartel electoral del PA con la
cara de Pedro Pacheco y un eslogan desactualizado, que alguien había abandonado
por la zona y que el viento y la corriente movían entre las aguas de la laguna.
Sirva esta lección para recordar que los
políticos y las pesadillas pueden hacerse realidad.
Sr. Martes
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