Finalmente la Feria de Jerez no aparecerá en el imprescindible
Libro Guiness de los Récords porque resultó que la cantidad de mujeres de
flamenca computadas en un principio el pasado miércoles no se correspondía con
la cifra real. Es más, todo fue un truco, una treta, una trampa, un ardid, una
artimaña, una añagaza, un… del ayuntamiento para llevarse el premio al agua.
Para confundir a los miembros del jurado, presas fáciles de
estas maquinaciones que ya andaban a esa hora bien ciegos de rebujito, se
habían dispuesto miles de figuras recortadas de cartón pluma de la misma
señora, cambiándosele tan sólo el color de fondo y de los lunares del traje,
idea que parece haber sido directamente tomada del cartel de la feria de este
año. Incluso los caballistas del fondo son el mismo tipo con distinto sombrero,
igual que ocurre en el cartel.
El fraude comenzó a destaparse cuando Rober Pazos, con esa
natural sonrisa que el cirujano le dio, se acercó a una de ellas para realizar
una de sus impagables entrevistas sin que pudiese arrancar palabra alguna a la
señora abordada. Un tanto cortado por el chasco, aunque siempre sonriente, lo
volvió a intentar con otra flamenca parecida que estaba muy quieta y
ensimismada por ahí cerca, con el mismo resultado que antes. Un golpe de viento
de esos que a veces se presentan y que te empanan en albero hizo que algunas
figuras salieran volando en dirección a la caseta del Círculo Rojo, y no porque
allí fuesen a actuar en breve Ecos del Rocío ni por porque de repente sintieran
un fuerte apretón en la vejiga, sino por la poca consistencia y el mal anclaje
de los recortables.
De esta manera tan tosca se aireó el engaño con el
consiguiente mosqueo del jurado internacional que ya andaba de bajona. Se
pierde de esta forma otra ocasión única de poner en valor a la ciudad y tal.
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