Ayer a las 9 de la noche quedó instalado en la
plaza del Arenal el pestiño más grande jamás cocinado, una pieza de 25 metros
de largo, 3 de altura y la friolera de 5 toneladas de peso. Todo empezó hace un
mes como fruto de una riña entre dos monjas del convento de San José. Sor Pura
discutía con Sor Magdalena (de chocolate) sobre quién de las era capaz de hacer
el pestiño de mayor tamaño, retando la segunda a la primera a fabricar uno tan
grande, que los que viniesen la tomasen por loca.
La hermana hizo varias llamadas a varios
benefactores del monasterio y al día siguiente comenzó el desfile de camiones
por las calles de San Miguel cargados de harina, aceite, ajonjolí, matalauga,
vino y miel. Todos los ingredientes han sido donados, dándose la curiosa
circunstancia de que el transporte que llevaba las bolitas de anís colisionó
con otro vehículo en la plaza León XIII y derramó su carga provocando una bonita
cascada multicolor por las calles Santa Cecilia y San Agustín, donde una
anciana fue arrastrada por la dulce marea hasta el tercer sótano del
aparcamiento subterráneo.
La elaboración de la delicia navideña no ha
sido cualquier cosa. Metrovacesa ha cedido 50 hormigoneras para el amasado y
Acerinox construyó una enorme sartén para freír y posteriormente enmelar el
engendro. Como pueden figurarse, el proceso no ha estado exento de incidentes.
Una de las patas de la mesa que sostenía el bicharraco cedió, cayendo sobre la
infeliz Sor Ignacia, que aún reposa en la UVI. Sor Gertrudis fue atacada por un
enjambre de abejas que acudieron al destaparse la miel, teniendo hoy un aspecto
similar al del Hombre Elefante, mientras que varias de las calles aledañas al monasterio
quedaron sin suministro eléctrico al ponerse en marcha la freidora.
Pero pese a todo, el mayor pestiño del mundo
es hoy una realidad de la que podemos estar orgullosos los jerezanos. Eso sí,
ha salido tan duro que se utilizó el propio dulce para derribar la pared por el
que fue sacado del cenobio, así que olvídense de catar la monumental pieza de
repostería si tienen aprecio por su dentadura.
Como se ha dicho, el torpedo ya está en la
plaza del Arenal para asombro de niños y mayores. Dada su resistencia a ser
comido, se han habilitado varias estancias en su interior, donde se ha
trasladado una parte de la oficina de turismo. Desde el Ayuntamiento se ha
propuesto a las clarisas que lo cedan a Jerez, que de ese modo se convertirá en
Jerez, Ciudad del Pestiño, distinción que a buen seguro atraerá numerosos
turistas y una legión de moscas, aunque de esto último ya andemos sobrados.
Sr. Viernes.
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