Después de producirse esta semana varias
detenciones por el escándalo de los cursos de formación, nuestros reporteros
dejaron la investigación que se traían entre manos (sobre no sé qué de un bar
que hay nuevo) y destaparon, ellos solitos, que en Jerez se habían estado
regalando diplomas a cascoporro de unos cursos que nadie había impartido nunca.
Gracias a su olfato periodístico, nos hemos
enterado de que los propietarios de varias academias se habían forrado con el
dinero público destinado a esos cursos-fantasma; hemos sabido que alguno de
ellos hasta se había comprado un cortijo; que para repartir títulos como
churros sólo hacía falta una impresora, un poco de cartulina y un sello para que
los diplomas parecieran buenos; y que había gente que sin entender ni papa de
inglés, tenía en su casa más títulos que si hubiera estudiado toda la vida en
Cambridge.
Pero el caso más insólito lo tenemos en la
barriada El Calvario. Según todos los indicios, allí existe una academia donde
se impartían realmente los cursos que les subvencionaban. Aunque cueste creer
de lo que son capaces ciertos empresarios, cuando se ofrecía una ayuda para un
curso de informática, por ejemplo, iban y contrataban profesores, los daban de
alta en la Seguridad Social, incluso buscaban alumnos para no quedarse con toda
la pasta por la cara.
Hasta que fue precintada el pasado jueves, se
sabe que, por lo menos, habían impartido allí varios cursos de turismo, de
idiomas, uno de cocina para publicistas y otro de diseño gráfico para celíacos.
O al revés.
La academia ya había levantado sospechas entre
los vecinos, que llevaban tiempo observando cómo por los alrededores del local merodeaban
jóvenes cada mañana. Cuando la brigada policial irrumpió en la sede
de la academia y sorprendió a varios profesores impartiendo las clases
impunemente, se incautó de varios ordenadores portátiles, un buen número de
tizas y un maletín con los que a todas luces debían de ser apuntes
fotocopiados.
Hasta que se aclaren los jueces, el caso
permanece bajo secreto de sumario y pendiente de ser elevado al Tribunal de la
Competencia. Pero el daño ya está hecho, como recalcaba Paqui, vecina de la
calle Guitarra:
–Lo que no podíamos imaginar es que ahí dentro
se hicieran esas cosas. Este es un barrio muy tranquilo, de gente trabajadora,
y en los años que llevo aquí nunca se había visto nada igual.
Sr.
Viernes.